
Reseña de Ailén y la lámpara: cuento infantil
Muchas veces, en la infancia, el juego no es solo entretenimiento: es también refugio, forma de expresión, y a veces, el único lugar donde uno puede ser completamente uno mismo. La imaginación, ese territorio mágico que a los adultos nos cuesta recuperar, es para muchos chicos y chicas una herramienta para explorar lo que sienten, procesar lo que no entienden, o simplemente estar acompañados en su mundo interior. Ailén y la lámpara, de Blanca Espínola, es un cuento que toma justamente ese universo.
La historia gira en torno a Ailén, una nena que vive con sus abuelos en un entorno cálido, pero también marcado por ciertas ausencias. La imaginación es su refugio y su forma de estar en el mundo. A lo largo del cuento, el lector va entendiendo que su dificultad para integrarse no es simple timidez, sino la expresión de algo más hondo: una búsqueda de conexión verdadera.
Uno de los momentos claves del relato aparece con la llegada de un genio, que surge de una lámpara misteriosa y le ofrece tres deseos, pero Ailén no pide nada. La única cosa que realmente quiere no se puede conceder. Esa escena, lejos de ser una fantasía espectacular, emociona por su simpleza y humanidad. Poco a poco, la relación entre genio y niña evoluciona hasta convertirse en una amistad.
Una invitación a leer y charlar con los más chicos
Este cuento entretiene e invita a pensar. ¿Qué significa sentirse parte? ¿Por qué algunos chicos prefieren imaginar solos? ¿Qué hacemos con las preguntas difíciles que a veces quedan en silencio?
Ailén y la lámpara es ideal para compartir con los más pequeños, no solo por su ternura, sino porque da lugar a conversaciones necesarias: sobre emociones, vínculos, y el poder transformador de la imaginación.
Una historia para leer más de una vez, en voz alta, con calma, y con el corazón bien abierto.
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