
A consultorio abierto: psicoanálisis y humor
¿Qué tienen en común un psicoanalista, un preso, un demonio en el vaticano y un posible fin del mundo? No, no es el comienzo de un mal chiste, sino una de las formas más precisas de describir este libro tan único como desopilante. En A consultorio abierto, Carlos S. Romero nos invita a espiar por la rendija del consultorio del Licenciado Ramírez, un terapeuta que no puede —ni quiere— esquivar el caos.
Esta nueva entrega (es la segunda, pero no hace falta leer la primera para entenderla) incluye seis relatos donde los pacientes y las circunstancias lo arrastran desde una celda de prisión hasta la Santa Sede, con una parada obligada en plena pandemia. El humor, la sátira y la reflexión se entrelazan con soltura en una narrativa ágil y descontracturada.
Entre lo clínico y lo bizarro
Uno de los grandes logros del libro es la capacidad del autor para mezclar temas sin perder el eje. Con títulos como “La última sesión” —un cuento policial con introspección emocional— y “Hacer un cierre” —una historia que aborda lo difícil que fue atravesar la pandemia y se mete con la inteligencia artificial—, cada relato sorprende por su originalidad. Uno de los más memorables lo lleva al mismísimo Vaticano, donde Ramírez debe intervenir en un caso de posesión demoníaca. Sí, leíste bien. Y lo mejor: tiene sentido dentro de este universo.
Los cuentos hacen reír, pero también invitan a pensar. La ética profesional, el rol del analista y los límites entre lo real y lo delirante se ponen en juego constantemente. Todo eso con frases coloquiales, situaciones que rozan lo absurdo y una voz narrativa que intenta ser seria (el Lic. realmente se esfuerza por ello) pero que también se permite momentos de distensión y relajo.
Un personaje que se gana el diván y el corazón
El Licenciado Ramírez es mucho más que un psicoanalista metido en problemas. Tiene pasado, contradicciones y una voz interna que muchas veces grita más fuerte que sus pacientes. En más de una oportunidad se le suelta la cadena, y eso lo hace humano.
Romero logra lo que muchos buscan y pocos alcanzan: hacer reír sin caer en lo fácil, y hacer pensar sin sermonear. Ramírez, con su ética medio rara, sus dudas existenciales y su consultorio siempre abierto, se convierte en un personaje entrañable. Uno de esos que querés seguir leyendo porque sabés que algo raro, divertido o profundo te espera a la vuelta de la esquina.
A consultorio abierto es una lectura ágil, divertida, ácida y, sobre todo, distinta. Perfecta para quienes disfrutan los cuentos que empiezan en una realidad reconocible y terminan en un delirio lógico, o para quienes ya están enganchados con la narrativa argentina. Se lee rápido y se queda rondando en la cabeza.
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